3 Jun 2025
Las guerras arancelarias son conflictos entre países que deciden aplicar impuestos adicionales a productos importados como forma de protección de su economía. Estas medidas suelen tener un impacto directo en el comercio internacional: afectan a fabricantes, distribuidores y consumidores, provocando subidas de precios, tensiones logísticas y dificultades para acceder a determinados mercados.
En 2025, el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha reactivado este tipo de políticas proteccionistas. Bajo el lema renovado de “America First”, se han anunciado nuevos aranceles que recuerdan a los años treinta. Afectando de forma directa a sectores clave de la economía estadounidense: automoción, industria farmacéutica, semiconductores, recursos minerales y materiales forestales.
El núcleo duro de la industria de EE. UU.
Uno de los sectores más golpeados por la nueva oleada de aranceles es el automovilístico, en especial el de los vehículos eléctricos. La Administración ha impuesto nuevos gravámenes a la importación de piezas y coches procedentes de China, México, Corea del Sur y la Unión Europea.
¿El objetivo? Fortalecer la producción local en estados clave del medio oeste y contener el crecimiento de marcas asiáticas. Desde Bruselas, esta decisión se sigue con cautela y ya se estudian posibles medidas de respuesta.
La industria farmacéutica también está en el punto de mira. La experiencia vivida durante la pandemia ha evidenciado la excesiva dependencia de países como India y China para el suministro de medicamentos y productos sanitarios. Como reacción, EE. UU. ha lanzado una ofensiva para reindustrializar este sector, acompañada de nuevos aranceles para proteger su autonomía productiva.
En el ámbito tecnológico, el foco está puesto en los semiconductores: chips, maquinaria y componentes electrónicos. Washington ha decidido restringir importaciones desde países estratégicos como Taiwán o Corea del Sur, con la intención de ganar soberanía tecnológica, aunque esto esté generando tensiones con socios clave.
Por su parte, sectores como el de los metales críticos —litio, cobre, aluminio— y el forestal también han sido incluidos en la nueva política comercial. Las restricciones a la importación de estos materiales buscan reducir la dependencia de mercados como China o Rusia. Sus efectos podrían sentirse con fuerza en Europa, altamente dependiente de estas materias para avanzar en su transición energética.
¿Y la Unión Europea? Precaución y vigilancia
La postura de la Unión Europea ha sido hasta ahora de contención. Aunque mantiene abiertos los canales diplomáticos, ya ha advertido que responderá si las decisiones estadounidenses acaban perjudicando a sus industrias de manera injusta.
En mayo, EE. UU. anunció aranceles del 100 % a los vehículos eléctricos fabricados en China seguida con una suspensión legal de los mismos. Aunque no afectan directamente a los fabricantes europeos, las cadenas de suministro global están conectadas, por lo que cualquier cambio puede provocar efectos secundarios.
Desde Bruselas se ha pedido una evaluación de impacto conjunta y se están explorando nuevas alianzas comerciales con Canadá, México y Japón para reducir la dependencia de mercados volátiles.
Adaptarse al cambio: una ventaja competitiva
En este contexto incierto, muchas empresas se ven obligadas a rediseñar sus procesos logísticos, revisar contratos de distribución y diversificar mercados. Países con acuerdos de libre comercio con la UE ganan atractivo como alternativa para mantener la competitividad sin asumir sobrecostes arancelarios. Además, las fluctuaciones en los tipos de cambio también se intensifican durante periodos de guerra comercial. Para las empresas que operan en divisas como el dólar, el yuan o la libra, proteger márgenes mediante coberturas y tener una estrategia de gestión de riesgo país es más importante que nunca.
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Escrito el 3 of Junio of 2025 Internacional Actualidad
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